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Jorge Pinchevsky - Su Violín Mágico y La Pesada (1973)


Artista: Jorge Pinchevsky
Álbum: Su Violín Mágico y La Pesada
Año: 1973
Género: Rock psicodélico / Blues rock
Duración: 29:42
Nacionalidad: Argentina

Lista de Temas:
1. La Maravillosa Marta Y La Fuerza De Las Cosas
2. Parte De Baile Para Grupos Solistas
3. Pegado A La Rumba
4. Juan Manuelito Rock
5. No Nos Alcanzarán Las Mariposas
6. Rock full-track Con Semidesarrollo
7. Y Así Van Pasando Los Años, Señora

Alineación:
- Pinchevsky: violín y voz
- Alejandro Medina: voz y bajo
- Kubero Díaz: guitarra
Músicos invitados: los demás músicos de La Pesada...



"Pin" fue un violinista de rock, que vivió en la La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires), en Argentina. Nació en Rosario (provincia de Santa Fe) el 10 de septiembre de 1943 y falleció en Berisso en el 2003.
Formado como violinista La suya fue una formación clásica: Conservatorio, Orquesta Sinfónica, Orquesta de la Municipalidad y Orquesta de Cámara de la Universidad, todo en La Plata clásico del Teatro Argentino, a los dieciocho años dejó la orquesta para formar parte del naciente rock argentino de los años años sesenta y setenta."Me encontraban por la calle y me decían que era un traidor a la causa clásica, un deformador de las ideas...", recuerda.
Cuenta la leyenda que un día Jorge dejó su frac y moño de la orquesta y se dedicó a tocar rock n roll cuando Kubero Diaz lo invito a la casa donde vivían los miembros de la COFRADÍA DE LA FLOR SOLAR, comunidad de artistas que además contaba con una muy buena banda en esa La Plata artística y bohemia, Jorge zapó por primera vez un blues con un violín eléctrico y un pedal WAH-WAH que jamás dejaría, para luego pasar a formar parte de BILLY BOND Y LA PESADA junto a los ex MANAL y toda una tribu de rockeros que ademas de grabar como banda se compañaban en los proyectos solistas de cada uno.
Así "PIN" (como lo llamaban sus amigos) graba su primer disco solista junto a sus compañeros, un psicodélico viaje que combina el rock'n'roll mas polenta con paisajes surrealistas que parecieran una especie de "ELECTRIC LADY LAND" de las pampas.
Además de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, participó de una cantidad de agrupaciones de rock por las que dejó constancia de su ácida y corrosiva creatividad. Por ejemplo en el tema "El tuerto y los ciegos" del grupo Sui Géneris en el disco "Pequeñas anécdotas sobre las instituciones". En 1973 grabó su disco solista, producido por Billy Bond y acompañado por La Pesada del Rock and Roll.
En 1974 se radicó en Europa, ya que la dictadura militar lo había marcado y la policía le indicó suavemente que se vaya o lo mataban. En Europa donde tocó con numerosas bandas de diversos estilos musicales. Primeramente fue parte de la banda francesa Clearlight encabezada por el excelente tecladista Cyrille Verdeaux para luego formar parte de la banda anglofrancesa de rock progresivo Gong, dejando grabado con ellos el disco "Shamal" en 1975 (con Daevid Allen y Allan Holdsworth), y "Gong live in the Sherwood Forest" (edición 2005). También acompañaba en sus presentaciones en vivo a Steve Hackett y a Steve Hillage.
El regreso a la Argentina en 1985 fue sorpresivo, ya que se corrió un rumor que había fallecido en Europa, fue parte del grupo de blues "Alcohol Etílico" en Mendoza. Aportó un solo de violín para "La hija de la lágrima", la ópera-rock de Charly García en 1994, y armó la "Samovar Big Band", con la cual se presentaba habitualmente en varios boliches y editó un álbum en 1995.
Padre de cuatro hijos, vivió sus últimos años en Berisso habiendo realizado programas en radios FM tanto en Ensenada como en la mencionada ciudad, y dando clases particulares de violín.




Y como siempre digo cuando recordamos a este tipo de artistas, la época lo marca todo, y la dictadura militar dejó sus huellas, en este caso donde el artista tuvo que irse a vivir a Europa, donde probó suerte... a continuación un texto que nos cuenta como fue esa historia:

Ya instalado en La Plata, grabó con Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll y participó en el disco PEQUEÑAS ANÉCDOTAS SOBRE LAS INSTITUCIONES de Sui Generis. Su primera obra solista, JORGE PINCHEVSKY Y SU VIOLÍN MÁGICO, llegaría recién en 1973 de la mano de Billy Bond y con la compañía de La Pesada.
Pero en 1974, con la muerte de Juan Domingo Perón y una situación político-social violenta, gracias a un amigo conocido como el Gordo Pierre que le regaló el pasaje, Pinchevsky emprendió una excursión por el Viejo Continente -junto al guitarrista Kubero Díaz- que duraría once años. “Nos estábamos curtiendo una pálida muy grande: la policía nos había dicho: o se borran o los borramos, una mano heavy. Llegamos a Europa sin un peso y encima a Pinchevsky se le había ocurrido llevar regalitos en el violín... imaginate los ingleses: agarraron el violín, lo olieron y le preguntaron: Señor Pinchevsky, ¿qué hay acá?. Marihuana –contestó Pin–, pero no es para vender, eh..., esto me lo fumo yo solo en una noche (risas) y encima me van a meter preso, cuando el rock and roll lo inventaron ustedes. Bueno, viaje truncando
y vuelta a París”, recordó en una entrevista Kubero.
En París, Pin -como le decían sus amigos- tocaba el violín por las calles del barrio latino y pasaba la gorra. Después se unió a los franceses de Clearlight para luego formar parte de Gong, una agrupación de rock progresivo anglofrancesa con la que llegó a grabar un disco producido por el baterista de Pink Floyd, Nick Mason.
En los 70 la revista Expreso Imaginario lo dio por muerto y hasta llegó a publicar una necrológica. El error de aquella noticia fue de tal magnitud que su madre falleció sin saber la verdad: Jorge estaba vivo, de gira por algún rincón de Europa, acompañado del violín, su inseparable amigo.(...)
“Tipo raro Jorge Pinchevsky: su mito lo trascendió tanto que muchos lo conocían de nombre; muchos más de lo que habían escuchado tocar alguna vez. Y muchísimos más de los que sabían que era violinista de rock. Y una multitud más de los que sabían que durante su etapa europea llegó a salir de gira con Pink Floyd. Y así”, escribió en el libro Yo, Pinchevsky, el
periodista Juan Pablo Bermúdez.
Sus amigos lo recuerdan con frases como éstas: “Soy un traidor a la música clásica”. “El rock debe ser siempre un reflejo de la sociedad”. “Rompamos las brújulas, que están todas equivocadas”.
Pequeño de estatura pero gigante como músico, con una trayectoria notable, un carácter avasallante y una vida nómade, Pin vivió en lugares impensados como la selva brasileña o un vagón de tren convertido en trailer, anclado en los bosques de City Bell.
Revista Mavirock

Era lindo ver a Pin tocando su violín. Su rostro se transformaba y su mano izquierda, pequeña y fuerte, se deslizaba sobre el diapasón atravesando cromatismos infinitos y trémolos fulminantes.
Tenía gran dominio del arco, y además de improvisar con notas y melodías, le sabía arrancar sonidos insólitos a su instrumento. Lo que yo nunca entendía cuando lo escuchaba en ese cuartito mugriento y lleno de agujeros por donde se filtraba el frío de aquel invierno, era por qué estaba tocando ahí y no en alguna sala abarrotada de público.
Tal vez sólo ahora, con la perspectiva de los años, pueda yo entender que a Pin poco le importaba mostrarse; la música parecía ser solo dominio para su propio goce, así, sin más; incluso tal vez más allá de quién lo estaba escuchando. Cuando recuerdo el lujo que fue para mí compartir con él en aquel cuartito pobre de la rue du Bac, con su pequeña chimenea alimentada con cajones de manzana, me vuelve a la memoria con su sonrisa de niño travieso, la misma que cargaba hasta en sus momentos más dramáticos, diciéndome: -“Loco, para mí improvisar es como meterme en un cuartito tibio, en penumbras, y lejos de todo, sin nadie que me rompa las pelotas; cerrar la puerta y entregarme al placer”-. Y es ahí donde lo encontraba cualquiera que tuviera el privilegio de compartir con él alguno de esos momentos.
En aquel invierno del 1977, París se me había presentado como un caldero en ebullición donde todos nos debatíamos en diferentes niveles de cocción. Estaban los que viviendo ahí desde mucho tiempo habían obtenido algún nivel de seguridad en sus diferentes artes; los que sobrevivían en oficios diversos saltando de situación en situación, y los que como yo, éramos aún más precarios; eternos precarios, con pocas posibilidades de redención. Pin estaba en esa misma categoría; era un precario endémico. A pesar de su inmenso talento y una capacidad que le habría permitido un puesto seguro en alguna buena orquesta, su bohemia incontinente y su gusto por los placeres que le regalaba la calle no le permitían estar en otra categoría. Debo decir que era fácil en aquella ciudad relacionarse con los de uno. Hacer música en la calle, en el Metro o en ciertos bares de la rue Mouffetard ponía a todos en contacto con sus pares; y así fue que me reencontré aquella vez con Pin, después de haberlo visto en las Baleares unos años antes.
Teníamos varios amigos en común, entre ellos a Chipy Lagos, una amiga argentina a la que le gustaba cantar tangos. Después de tantos años viviendo en Paris, Chipy se había transformado en una suerte de institución benéfica para muchos argentinos que intentaban sobrevivir en aquella dura ciudad. Pin la apreciaba y para hacerle un homenaje, y de paso ganarse unos francos con algún concierto, le ofreció armar un grupo para acompañarla. Junto al Colorado Alejandro Lafleur y a Rubén Alterio, un pintor argentino que también tocaba el saxo y el clarinete, ambos buenos amigos míos, nos unimos al proyecto. Rubén trajo consigo una serie de colegas suyos saxofonistas con los que en aquel momento tocaban juntos en la conocida Urban Sax Band; todos ellos felices de participar en el proyecto de alguien que se había ya ganado algún prestigio en ciertos ambientes musicales parisinos. Pin se había esmerado en preparar unos arreglos particulares para aquella extraña orquesta, plagada de saxofones. Lastimosamente aquel propósito acabó en pocos ensayos debido a la envergadura del mismo y las pocas posibilidades de producción con que se contaba en aquel momento. Ensayábamos en un amplio sótano de la rue du Bac, y lo que me quedó de toda aquella aventura musical fue la imagen de Pin flotando en el aire, como en un cuadro de Chagall, con el pelo revuelto, bajando a los ensayos con un foulard de seda blanco alrededor del cuello, su violín en la mano y unas partituras bajo el brazo. Luego, ya en acción, como un espadachín dirigiendo con el arco de su violín aquella banda, lo digo ahora, a la distancia, tal vez algo demencial; pero todos concentrados acompañando a nuestra cantante, aunque cada vez que los músicos atacábamos con algún “en plein” terminaban Chipy y su voz sepultados en el fragor de aquella orquesta con su acumulado de aerófonos.
En aquel tiempo yo tocaba la guitarra prácticamente de “oído”, y había descubierto en la música un arte que además de permitirme expresar con felicidad, me daba de comer. Con el tiempo se me había hecho la necesidad de saber más; intuía un mundo de maravillas escondidas en el universo de la teoría. Por tal razón había decidido salir de una isla en Baleares donde vivía en el campo y pasar aquel invierno en París tratando de aprender música. Precisaba como el aire saber descifrar una partitura, leer un pentagrama, aprehender algunos elementos teóricos para defenderme en aquel oficio que me hacía feliz. Con cierta vanidad creo que hoy puedo decir que Pin fue mi primer maestro de música.
Ante el insistente requerimiento de varios amigos músicos, un día Pin se decidió a armar un taller o grupo de estudio. La idea era juntarnos seriamente un día a la semana y tomar lecciones de música con nuestro amigo. Las clases se desarrollarían en su casa, donde de paso yo me le había pegado aquel invierno ya que, como siempre, no tenía donde dormir. Tal vez sea generoso denominar el lugar donde vivía Pin como una “casa”, cuando en realidad era un cuartito con un baño mínimo, una cocina sin puerta, también muy pequeña, y una ventana eternamente empañada por el frío condensado en sus cristales. Era todo muy precario y sin calefacción, pero con una pequeña chimenea, única posibilidad que existía para calentar el ambiente; una pocilga, como se puede llamar a un lugar con esas cualidades, aunque en la situación en que yo me encontraba se me hacía un palacio. Por las noches solíamos hacer largas expediciones con Pin por el vecindario a recoger cajones vacíos frente a las fruterías, para quemar en la chimenea. A veces también peregrinábamos por otros sitios sórdidos y peligrosos de la ciudad para comprar un poco de caballo, sin el cual en aquel tiempo Pin no podía vivir.
Pinchevsky era un artista irreverente y reventado; reventado por la vida y por las drogas, un ser que se debatía constantemente en la búsqueda de una salida a sus inquietudes existenciales y artísticas. Vivía cuestionándose a cada paso que daba; no era muy culto pero sí muy inteligente, y dramáticamente sensible, algo que lo había convertido en víctima de sus propios desasosiegos. Ese invierno yo lo seguí en sus movimientos y llegué a captar en él momentos de gran euforia y otros en los que se sumía en profundas depresiones; muchos de esos lapsos mediados por la falta o el exceso de heroína. Aquellos meses de convivencia, con sus clases de música, fueron lo que mejor me permitió conocerlo y disfrutarlo, en su mejor dimensión humana y artística.
Se había establecido comenzar los talleres en un determinado día de la semana y el horario era alrededor de las nueve de la mañana. Éramos un grupo muy heterogéneo y todos nos sentíamos muy orgullosos de poder concurrir a aquellas clases magistrales. Pin era para nosotros un grande. Debía ser gracioso vernos a todos reunidos a su alrededor, cual discípulos de un maestro que parecía algo chiflado.
Como yo dormía en la casa siempre estaba presente antes de la llegada de los demás alumnos; incluso por la mañana temprano asistía a Pin calentando el agua para preparar su primera dosis, sin la cuál no podía evidentemente funcionar. Le ayudaba con gusto porque entendía de lo que se trataba; también había yo pasado alguna vez por ese trance, aunque nunca a esos niveles. La heroína es una droga dura; dura y maldita; cuando empiezas tocas el cielo, pero cuando terminas rayas en el infierno. Y Pin tocaba el infierno por las mañanas. Se despertaba temprano tiritando de frío por la abstinencia, y se dirigía temblando a la cocina, se ligaba fuertemente el brazo con una goma para evidenciar la vena y el punto donde inyectarse, y se aplicaba su dosis como un autómata. Era grotesco verlo entrar a la cocina, prácticamente arrastrándose, pero reconfortaba verlo salir sonriente y lleno de vida para empezar el día. Esa fue una parte de la cotidianidad que compartí con él en aquel período. Nos hacíamos luego un té y esperábamos al resto de los alumnos para empezar el taller.
La gente llegaba y cada uno buscaba un rincón donde acomodarse; todos sentados en el piso, y con frío. No había sillas en aquella casa y la madera para la chimenea se había generalmente acabado durante la noche anterior. Cada uno con su cuaderno y su lápiz. Pin sobre un pequeño e improvisado pizarrón empezaba a explicarnos con infinita paciencia los intervalos, la formación de los acordes, los primeros secretos de la armonía y el contrapunto. Tomábamos nota y hacíamos los ejercicios que nos iba poniendo el maestro. Pin daba el tiempo que cada uno necesitaba para entender cada cosa, y casi con cariño se ponía al lado del que tenía dificultad para volver a explicarle cada pequeña duda. Transcurría sin contratiempos la clase, aunque con el avance de la mañana se empezaba a poner molesto e irascible. Iniciaba a sudar, a enervarse y a perder poco a poco la paciencia. Se ofendía con el que no entendía algo y regañaba al que no le hacía bien los ejercicios; hasta ponerse tan irascible que todos nos dábamos cuenta que el efecto del caballo se le estaba pasando y la abstinencia lo empezaba a torturar.
Llegado ese punto ponía a hervir agua y todos entendíamos perfectamente que era para preparar otra dosis y ensillar su caballo. Nosotros nos dábamos cuenta de todo pero obviamente ninguno tenía el derecho, ni era capaz de decir nada. Pin desaparecía en la cocina y desde adentro murmuraba correcciones y daba indicaciones sobre el ejercicio que nos había dejado. Era tal el grado de confianza al que habíamos llegado que a veces se olvidaba de lo que estaba haciendo y se asomaba para corregir con la camisa remangada, el brazo alzado y rodeado de aquella goma y un cabo de la misma cogido con los dientes para ajustarla. Cuando terminaba de inyectarse salía de la cocina y entraba sonriente, con los ojos brillantes; y así continuaba su clase con ímpetu y recargado de la paciencia que había perdido. Era dramático y conmovedor en esas ocasiones ver a Pin, pequeño como un niño, con su pelo ensortijado y sus ojos claros como nublados, tratando de sobrellevar el drama que lo consumía. Pero aquellos eran tiempos en que esas cosas eran normales, y la vida debía continuar.
En cuanto a las clases de música debo decir que teniendo Pin una formación musical clásica, su pedagogía era de una característica algo formal. Pero con él conviviendo aquel invierno pude mejor entender la diferencia que existía entre lo que se puede decir un “buen músico” y un artista. Había siempre algo más que aprender de Pin. La mayoría eran cosas intangibles, porque existen en la música muchos elementos que se deben sentir para aprenderlos y eso solo ocurre viendo a un verdadero maestro. A mi personalmente, y con su ejemplo vital, Pin me enseñó a ver, entre otras cosas, cómo el valor va más allá de la duración y el sonido impreso a una nota cuando ésta va acompañada del espíritu que la impulsó, y la poca importancia que puede tener un chorro veloz de notas ante la particularidad de una sola pequeña nota. Creo que he conocido a muchos buenos músicos, pero artistas como Pin, muy pocos.
Y así fue hasta que un día, tal vez por la misma precariedad en que todos vivíamos, se terminaron aquellas inolvidables clases de música. No obstante recuerdo antes haberle presentado a Pin en uno de esos días invernales a una amiga mía francesa que se llamaba Arianne y con la cuál mas tarde supe que se había ido a Grenoble. Después de ese duro invierno, con los primeros días tibios de aquella primavera que iniciaba decidí volverme al sur, a Baleares, para recuperar el calor perdido. Ya otras veces antes me había ido de Paris, casi siempre con una agria sensación de vacío, como un ladrón que escapa sin botín. Esta vez sentí llevarme algo escondido, no sabía con exactitud qué, pero lo sentí valioso.
Pasaron varios años y estando una noche sentado en el Bar de La Opera, en las Ramblas de Barcelona, noté a varias mesas de la mía a un grupito de jóvenes. Me dí cuenta que eran argentinos por su manera atropellada de hablar y observé que rodeaban a alguien mucho mayor que ellos y lo escuchaban casi reverencialmente; me dio curiosidad la circunstancia y cuando mejor observé me di cuenta que estaban con Pin. Me levanté feliz y fui a saludarlo; nos abrazamos fuerte y me contó que estaba en Barcelona esperando el barco que al día siguiente salía para Argentina. Me dijo que me quería mostrar algo y abrió un paquetito envuelto con papel periódico que tenía entre sus manos. De ahí saltaron un montón de fotos arrugadas y manoseadas, en todas ellas había niños, y cuando de pronto en alguna reconocí a Arianne, me contó con su sonrisa de niño travieso que se había casado con ella y habían tenido esos niños que estaban en las fotos, y que se volvía a la Argentina para tratar de rehacer su vida.
Nunca más lo volví a ver. Conservo hasta el día de hoy esa última imagen suya, con sus pequeñas manos, fuertes y callosas, abriendo aquel paquetito lleno de fotos, todas ajadas y manoseadas; rodeado de admiradores, como siempre. Después supe por otros amigos comunes que estaba en Mendoza, y en los últimos años a través de Internet me puse más al corriente de sus andanzas en Buenos Aires, hasta enterarme, con tristeza, que había muerto en una bizarra circunstancia; como todo debió ser en su vida.
Herico Campos Cervera


Jorge Pinchevsky nació en Rosario, pero su familia se mudó a la ciudad de La Plata cuando él apenas contaba unos pocos meses de vida.
Su interés por la música se desarrolló ya desde la infancia.
Años más tarde declararía: "Cuando mi papá volvía de trabajar siempre le gustaba poner la radio.
Un día, yo tendría tres años, me sentó sobre sus rodillas mientras escuchaba un concierto de Mendelsohn.
Me acuerdo que el violinista era Yehudi Menuhin. En ese momento me emocioné mucho con la música y le dije a mi padre que quería ser violinista.
Insistí tanto que un par de años más tarde me dio el violín y me mandó a estudiar al Conservatorio de La Plata, que por ese entonces dirigía Alberto Ginastera.
Fue difícil entrar, porque no admitían chicos menores de seis años."
El joven Pinchevsky progresó en sus estudios de violín y de piano, estudiando también por su cuenta y aprendiendo las lecciones de grandes maestros de aquella época.
Ya en la adolescencia comenzó a tocar en conjuntos de folklore y a los quince años, recién egresado del Conservatorio, consiguió un lugar en la Orquesta Sinfónica de La Plata, además de continuar perfeccionándose en las bellas artes.
Su destino musical cambió al reencontrarse con un ex-compañero de estudios musicales, Alberto Favero, que en ese momento estaba tocando jazz con Pocho Lapouble y otros músicos.
Fascinado por las posibilidades que se abrían en el mundo de la improvisación, Pinchevsky sintió por primera vez "ese contacto de piel con mi violín".
En 1972, Pinchevsky tuvo otro momento de revelación cuando conoció a Ricardo "Mono" Cohen (Rocambole), uno de los inspiradores de la Cofradía de la Flor Solar grupo pionero del movimiento de rock platense.
Cohen lo llevó a conocer la casa comunal donde vivían los músicos, junto a artesanos y otros artistas de diversas disciplinas.
Pinchevsky pronto se hizo amigo del guitarrista Kubero Díaz y también de Alejandro Medina, ex-miembro del trío Manal, que acababa de disolverse.
El violinista no tardó en sumarse a una "zapada" y en descubrir el potencial que tenía su instrumento en el campo del rock y el blues.
Medina convenció a Pinchesvky de que dejase su trabajo con la Sinfónica y que se uniera al proyecto que por entonces estaban desarrollando varios de los principales rockeros argentinos en torno a la figura emblemática del cantante y productor Billy Bond: La Pesada del Rock and Roll.
Desde entonces, Jorge Pinchevsky pasó a ser uno de los baluartes de La Pesada, junto a Bond, Medina, Kubero, el baterista Isa Portugheis y otro ex-Manal, el guitarrista Claudio Gabis.
Además de participar en varios álbumes de La Pesada, como "Vol. 2" (conocido también como "el disco de la oreja"), "Tontos" y "Vol.4", Pinchevsky forma parte del elenco estable de músicos que tocaba en los álbumes individuales de los miembros de La Pesada y también participó en discos de músicos ajenos al grupo, en carácter de sesionista.
No era de extrañar, pues, que cuando consiguió un contrato para grabar un larga duración en solitario en el sello EMI, sus acompañantes naturales hayan sido sus compañeros de La Pesada, es decir, Medina, Claudio, Díaz y -por supuesto- Billy Bond en el rol de productor artístico "de facto" del álbum resultante, Jorge Pinchevsky, Su Violín Mágico y La Pesada.
Tiempo después, Pinchevsky rememoró detalles de aquella grabación: "El disco empieza con una frase mía refiriéndome a Beethoven y en el momento en que la digo se liga con una historia que no había planeado. Medina se anota con el bajo, Gabis toca el piano. Kubero en la viola y empezamos a zapar.
A ese tema le puse "La maravillosa Marta y la fuerza de las cosas", porque en ese momento vivía con una chica que se llamaba Marta y empezaba a experimentar la fuerza del amor.
En el disco están un poco alterados los autores de los temas porque nosotros éramos una especie de cooperativa. Cuando a algún músico le faltaba cachet de derechos de autor para Sadaic, lo poníamos en algún tema.
En el tema "No nos alcanzarán las mariposas" canto yo. Es una cosa rarísima, porque me obligaron a cantar por la fuerza.
El tema "Rock full track con semidesarrollo" se llama así porque no lo terminamos.descarga!!
Cuando lo grabamos, ocupamos todos los canales de la consola y los solos que teníamos planeado meter no entraron y quedó eso que está grabado.
"Para la tapa escribí un texto a la decrepitud del momento.
Paralelamente a la represión del momento existía una decadencia social total. Después de eso, yo ya imaginaba que no había posibilidad de continuar juntos porque me acuerdo que vivíamos en la casa comunal de la calle Conesa y pasaban los grupos armados por la calle tirando tiros al aire.
"Como el ambiente estaba pesadísimo, nos empezamos a ir de Buenos Aires. Me fui a Las Golondrinas, en El Bolsón, con Miguel Cantilo y Kubero. de donde salió en material del álbum Miguel Cantilo y Sur.
De ahí entendí por qué los Beatles hablan de "Strawberry Fields Forever". porque en la primavera no podíamos evitar caminar sin pisar las frutas.
De El Bolsón nos fuimos a Villa Gesell y grabamos el disco La Energía Total.
A la vuelta participé en Instituciones, de Sui Generis, y grabé la versión sinfónica de La Biblia.
Después de la presentación de La Biblia, Billy Bond se fue a Brasil y nosotros hicimos la última presentación de La Pesada, en el Circo de Carlitos Bala."'
Más tarde Pinchevsky se iría a Europa, pero -según sus palabras- no sería una elección propia, sino un éxodo motivado por la situación política y social. "Como me agarró una paranoia total, me escondí en una isla del Río de la Plata que se llamaba Paulino.
Ahí vivía con pescadores de sábalos que hacían harina de pescado." Hasta allí logró rastrearlo el productor conocido como El Gordo Pierre, quien le había conseguido un pasaje para viajar a Francia, recomendándole partir inmediatamente.
Pinchevsky le hizo caso y emigró, casi sin poder despedirse de su familia.
Lo acompañaron Kubero Díaz y otros ex-integrantes de La Cofradía.
Después de varias peripecias, que incluyeron una visita a Inglaterra y un posterior retorno a suelo francés, el violinista consiguió ingresar a Gong, un prestigioso grupo del género progresivo, liderado por uno de los popes del rock canterburíano, el australiano David Alien.
Con ellos, grabó el álbum Shamal, donde -además de tocar su violín- contribuyó algunas estrofas vocales, entonando un aire de tango.
Alfredo Rosso


El adiós al violinista del rock argentino.
Esta vez es de verdad. Durante los 70, cuando este cronista trabajaba en la revista Expreso Imaginario, nos llegó la versión aparentemente de buena fuente de la desaparición de Pinchevsky, y llegamos a publicar una sentida necrológica, que pasó a la historia como un mal blooper con final feliz. Pero no habrá finales felices ahora: una combinación de mala suerte (Jorge fue atropellado por una bicicleta) y los males endémicos de este país (la deficiente atención en los hospitales públicos) se llevó la vida de un personaje de leyenda, bohemio irredento, el único violinista del rock argentino que llegó a alcanzar fama como solista.
Pin era un buen ejemplo de cómo el rock le cambió la cabeza a toda una generación. Músico de conservatorio, tocaba en la Sinfónica de La Plata cuando tomó contacto con la vida comunitaria y artística de La Cofradía De La Flor Solar; a los pocos días, electrificó su instrumento y dejó la Orquesta para siempre.
Entre 1970-74 grabó con Billy Bond y La Pesada del Rock & Roll y colaboró en muchos álbumes históricos: entre ellos, Instituciones, de Sui Generis; Cristo Rock, de Raul Porchetto; los discos de Claudio Gabis, Alejandro Medina y Kubero Díaz... Junto a la Pesada también editó su primer trabajo en solitario: Jorge Pinchevsky y su violín mágico (1973). De su vagabundeo por Europa durante la segunda mitad de los 70 queda como registro un imperdible álbum junto al grupo Gong: Shamal (1976). Ya en los 90, de vuelta en Buenos Aires, se hizo habitué de zapadas bluseras y registró un nuevo trabajo solista (Jorge Pinchevsky y la Samovar Big Band, 1995) junto a los músicos del Samovar de Rasputín.
Las grabaciones servirán para contar sólo una buena parte de la historia. La otra, que habla de un duende de pelo blanco y su violín mágico, quedará en la memoria de quienes lo conocimos.
Claudio Kleiman


Estaba VERDADERAMENTE LOCO.
Hace unos 25 años en El Taller, un boliche emblemático de Palermo donde Capussotto actuaba a la gorra y acaba de ser cerrado. El boliche estaba justito enfrente de Plaza Serrano (hoy creo que la plaza se llama Julio Cortázar) y era el único que había por la zona porque no había empezado la moda de los "Palermos".
Estaban tocando unos muchachos que se llamaban "San Pedro Telmo", y hacían una mezcla de ritmos de candombe, milonga y otras yerbas. En la agrupación ya tenían violín eléctrico y el pibe era bueno.
Jorge estaba en la barra y cuando lo vieron lo invitaron a subir. El les decía "No muchachos, yo no sé tocar lo que tocan ustedes, no conozco los temas, no ensayamos nada nunca".
Tanto le rompieron las bolas (los músicos y el público), que subió. ¡¡¡¡¡¡¡¡PARA QUÉ!!!!!
Se quedó con todo. Era imposible no rendirse ante su simpatía y su TREMENDO virtuosismo. La gente no los dejaba ir. "Ya cantamos todo lo que sabemos, vamos a tener que repetir alguna". NO IMPORTA gritaban todos. Fue una noche mágica que iluminó la luz de un ángel caído, llamado Jorge Pinchevsky.
Me hizo acordar a otro virtuoso que terminó casi pidiéndo limosna, rogando que lo dejaran tocar en los bares de San Telmo para ganarse un manguito: Hernán Oliva.
Juanjo

Comenzamos la semana retomando lo que a esta altura ya es una costumbre de este espacio, el repaso por los trabajos que se dieron en el círculo de músicos que el tano Giuliano Canterini, Billy Bond, utilizaba para sus trabajos como ingeniero de sonido a modo de banda soporte de un solista, y también como su propio grupo en sus álbumes, llamándolos con el poderoso nombre La Pesada Del Rock And Roll. La Pesada, como banda, editó cinco álbumes (cuatro como Billy Bond y La Pesada Del Rock And Roll, de los cuales hemos publicado uno por estos lares y Buenos Aires Blus como La Pesada), participó en varios discos importantes de la época (entre ellos Vida y Cristo Rock) y, también, como ya hemos visto, se subdividió para dejar lugar a que los solistas que la integraban grabaran sus propios discos. Por aquí ya hemos repasado los de Claudio Gabis y Kubero Díaz, guitarristas del grupo, y ahora es el turno de un tipo muy peculiar, que tocaba un instrumento aún más atípico para el estilo de La Pesada: el comegatos platense adoptivo Jorge Pinchevsky, que con su violín le daba a los temas del Bondo un tono muy particular (todos recordamos los interludios del disco de la oreja con Pappo al piano y Pin soleando, ¿no?) además de ser, a fuerza de alegría y humor, uno de los líderes espirituales de esa trashumante agrupación.
En 1973 le llegó el turno a Pin de grabar su propio disco solista, una idea que ni siquiera él tenía en mente. Simplemente, a fines del ‘72 le apareció, a fuerza de sus participaciones en álbumes de otros artistas, un contrato para grabar un disco solista para la versión argentina de la subsidiaria de rock progresivo de EMI, Harvest (que no duró demasiado) y, por supuesto, allí fueron los muchachos del elenco de La Pesada para ayudarlo a redondear Jorge Pinchevsky (o Pinchenvsky, como reza el insólito error que se repite en todo el arte del disco), Su Violín Mágico Y La Pesada, el disco resultante. Los que acompañarían a Pin en esta aventura serían Gabis y Kubero en las guitarras, Medina en el bajo y Billy en consola y canto. Todos ellos aportarían, además, composiciones o parte de ellas, ya que la mayoría de estas canciones se escribieron en el estudio: el caso más elocuente quizás sea “La Maravillosa Marta Y La Fuerza De Las Cosas”, un tema absolutamente improvisado a partir de una frase de Beethoven citada por Pinchevsky. Igual idea sucede en “Rock Full-Track Con Semidesarrollo”, una canción en la que los muchachos ocuparon todos los canales de la consola (por eso lo de full-track) y no pudieron meter los solos que esperaban grabar (de ahí lo de semidesarrollo), por lo que quedó, bueno, lo que aquí se escucha. Este clima divertido, improvisado y de relax gobierna todo Su Violín Mágico Y La Pesada, un álbum muy interesante a partir de esa mixtura de rock bluseado y experimentación que termina dando momentos de mucha intensidad y alguna rareza, como la voz líder de Pin en “No Nos Alcanzarán Las Mariposas”, genial canción de Medina en la que el hábil violinista se prueba por única vez como cantante en un marco muy apto, de imaginación y osadía.
Otro de los grandes álbumes de los ‘70, cómo que no.
demidiscoteca

Uno de los mejores discos/colaboración/solistas de los peregrinos integrantes de 'La Pesada del Rock', con un músico exquisito, el finado violinista Jorge Pinchevsky (o Pin, familiarmente): tiene rock, y partes más locas, pero se deja escuchar perfectamente.
Pinchevsky fué conocido también, por aportar su violín a fines de los setentas al grupo de rock espacial/progresivo Gong; durante sus años en Europa (Francia más concretamente).
Este disco está bien, es un poco delirante, y curiosamente parece que a alguien se le ocurrió re editarlo en CD, pero che: con tanto reggaetón, cumbia y Lady GaGa para editar, andar perdiendo el tiempo con casos perdidos como este...
Para quien le interese algo más de información sobre este gran músico, aquí hay un link http://jorgepinchevsky.fortunecity.com/home.html
Muy bueno disco de rock drogón setentista, incluso con algo del buen humor que a varios pareciera faltarle.
death_metal_doll

(...) Considerado el primer violinista de rock nacional, nació en Rosario y pronto se mudo a la ciudad de La Plata. Con el titulo de violinista y pianista consiguió un lugar en la Orquesta Sinfónica de La Plata, hasta que a principios de los 70 su vida cambio radicalmente luego de conocer a Ricardo Cohen que lo convenció de integrar La Cofradía de la Flor Solar que por ese entonces vivían en comunidad. Junto a La Pesada participó de varios de sus discos y con la ayuda de los músicos que la integraban y Billy Bond graba su primer album solista llamado Su violín mágico y La Pesada. Cuenta Pinchevsky en una entrevista de Ezequiel Abalos: “en el disco los autores de los temas están un poco alterados dado que éramos una especia de cooperativa”. Y sigue con algunas anécdotas: en el tema “No nos alcanzaran las mariposa” es una cosa rarísimo porque canto yo a la fuerza y el tema “Rock full track con semidesarrollo" se llama así porque no lo terminamos". Sin dudas este disco se compuso en un ambiente de constante investigación, desarrollo y experimentación, donde el concepto de la época era mas bien destruir y derribar las barreras de lo permitido con lo cual los músicos se sumergían en un viaje de delirio musical bastante difícil salir, sin embargo junto a sus compañeros de ruta el violinista pudo grabar un puñado de canciones extrañas propias de una ambiente raro y pesadísimo como el mismo lo expresaría.
Juguito de Tamarindo!

Jorge Pinchevsky was an Argentine violinist (RIP 2003) who is most known for playing with Gong during their fusion stage (“Shamal”). Prior to moving to France, Pinchevsky was part of the early 70s Argentine rock movement and played with bands like La Cofradia de la Flor Solar and Billy Bond y La Pesada. His sole album obtained a release on EMI/Harvest, and is extremely difficult to find in original LP form. I suppose, in the end, it didn’t quite sound like I expected it to. The opening track is an interesting spacious violin number, which is not indicative of the remainder of the album. From there it takes a decidedly blues rock / hard rock approach (featuring many members of the Argentine bands listed above), with violin taking the lead, bringing to mind High Tide – but not near as aggressive or as expansive. The album is very short, not quite reaching even 30 minutes. The original recording is a bit rough as well.
ashratom


En cualquier búsqueda por Internet van a encontrar comentarios de gente que lo conoció, que lo vió tocar y quedaron maravillados por su destreza, simpatía, talento y locura. Fue un tipo muy querido por todos. Pin murió a los 59 años. Fue atropellado por un ciclista en junio del 2003 en pleno centro de la Ciudad de La Plata, sufriendo un golpe en la cabeza que le provocó un coágulo para finalmente no resistir un ataque cardíaco, un día después del lamentable accidente. Sus restos tienen sepultura en el Cementerio Parque de la Ciudad de Berisso.
Acá va nuestro recuerdo para uno de los grandes desconocidos del rock experimental argentino.









Comentarios

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  3. hola, ante todo gracias por esta excelente oportunidad para tener en buena calidad estos excelentes discos.
    podrias resubir el disco ?

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    1. OK, OK, pero a esperar.... yo lo subo, pero denme tiempo...

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  4. Hola primero gracias por tus aportes que son increibles, te pido si podrias resubir este cd ya que el links se encuentra caido. Saludo desde Uruguay. Alvaro

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  5. Pagola, vos lo pediste, vos lo tenés. Que rápido que salió este pedido!!!!
    Es que justo lo tenía para subir.

    Download: (Flac + CUE + Log)
    http://pastebin.com/wVCqXf6D

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  6. Que decir ? ja ja ja. Simplemente muchas gracias.

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  7. yo tuve la suerte de tocar con Pin en el subsuelo, era un tipo realmente increíble, nos hicimos amigos en la FM la Boca, como músico y además era muy divertido.gracias por publicar este material, está muy bueno y me trajo buenos recuerdos de semejante genio.

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    1. Que buen comentario ¿quién será el que escribió el anterior párrafo?

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  8. Moebius:
    Si te interesa tengo el CD "Jorge Pinchevsky y La Samovar Big Band", decime como lo puedo subir para compartirlo.
    Gracias.
    Pablo.

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    1. Siiiiiiii!!!!!!!!!!!!! Pablo, eso sería un golazo!!!!!!!!
      ¿lo tenés en Flac o ape o algún formato lossless? sería genial.
      Escribime y arreglamos: mo.381.u5.8 arroba gmail.com

      Espero tu mensaje. Abrazos!

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    2. me interesa poder escuchar ese disco! si podes pasame el link. GRacias!

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    3. Lucas: está publicado en el blog:
      http://cabezademoog.blogspot.com.ar/2015/09/jorge-pinchevsky-jorge-pinchevsky-y-la.html

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  9. Gracias Utopia por el disco, una joyita que no conocia!

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  10. Desde republica dominicana, un saludo a todos los habitantes de este blog, quiero que sepan que exactamente un diciembre de 1991, andaba con um amigo por la calle Mella de nuestra ciudad, en este calle habian varios vendedores ambulantes de musica, que era para nosotros magico, ya que era dificil conseguir cierto tipo de musica...alli encontre este maravilloso y raro disco...fue asi que di a conocer a este brillante musico...

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